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SIREN | MARTA RODRÍGUEZ
Un anuncio famoso decía que puedes resistirlo todo excepto la tentación. ¿Es eso cierto? ¿No se puede resistir la tentación? Pensaba que sí, suelo tener las ideas claras y saber a dónde me dirijo. Pero últimamente, no sé qué pasa. Mi futuro siempre tan meditado y orientado hacia el buen camino. Sin embargo, los cantos y las voces del mundo del arte me llaman, no dejan de incitarme para dejarlo todo y dedicarme a bailar, cantar, interpretar o soñar, que es algo que siempre ha formado parte de mí y de mi vida. Me encuentro como Ulises en su barco, atado al mástil pero queriendo escuchar esas voces de sirena, esas tentaciones.
Podría decir que mis sirenas han despertado. Seres mitológicos, mitad humana mitad animal caracterizadas por su voz, un arma poderosa y mortal a la vez. Esta voz es lo que entiendo como incitación, seducción, fascinación, atracción o embaucamiento. Y, es que, todos tenemos nuestras sirenas propias, viven en cada uno de nosotros ¿sabes?
Sirenas, ninfas, ondinas, nereidas, consciencia, prejuicios…llámalo como quieras pero todos oímos esas voces alguna vez en nuestra vida, esos cantos que intentan llevarnos al lado oscuro y que hay gente que cae en esa perdición y otros la esquivan, aunque ¿por qué no vivir en la tentación, en esos lugares ocultos? ¿Acaso es tan mala?
Me pregunto qué hubiese sido de Ulises si hubiese saltado al mar en busca de las sirenas. Si se hubiese soltado del mástil y hubiera saltado por la borda. Quizás no hubiese muerto como otro de los hombres que relataba La Odisea, o quizás se habría convertido en un ser marino. ¿Quién sabe?
Lo único que sé es que Ulises se considera héroe por decidir someterse al impulso repentino sin tener miedo al fracaso o a la muerte. Creo que hoy en día no es así, sólo un porcentaje escaso de la población salta al mar sin ningún objetivo concreto, son héroes.
¿Yo? Aún me pongo tapones en vez de atarme al mástil, no he saltado al mar todavía. Las sirenas viven encerradas en nuestras imaginaciones y deseos, en nuestros temores y rechazos. La contemporaneidad ha adaptado esos seres míticos tan reales, que hoy en día nadan por los mares, se pasean por las playas y nos llaman para que saltemos al agua con ellas y sintamos así la atracción de su sensualidad. Son los rincones prohibidos, la llamada del inconsciente o de la pasión. Por eso las sirenas son hermosas porque necesitan ser irresistibles para convencernos y llevarnos a esos lugares de tentación y de lo invisible. Esa voz celestial, ese cuerpo sensual, su piel brillante, pelo precioso y mirada impactante… lo tienen todo, poseen todas las armas para atraer y persuadir. Son como las drogas, que nos tientan a probarlas para descubrir otros lugares de nuestro subconsciente, pero mortales por naturaleza. Permiten saber hasta dónde queremos llegar.