[ TEXTO EN ESPAÑOL ]
EDIPO | PELAYO ÁLVAREZ
El mito de Edipo en una frase sería “la historia del rey que asesinó a su padre, se casó con su madre y después no pudo soportarlo”.
Pero anda que no hay trama detrás de esta frase. Todo empezó con la profecía que alertaba a este padre y esta madre sobre lo que, en un futuro, su recién nacido Edipo cometería. Para evitarlo intentan deshacerse de él, sin éxito, ya que acaba siendo adoptado por una pareja de campesinos, a los que Edipo consideraba sus padres. Edipo crece y, tras enterase de la profecía que hablaba de su destino, escapa lejos de sus padres adoptivos para salvarles del peligro. Pero nada más lejos de la realidad, en esta escapada se encuentra con su padre biológico al que mata tras un accidente de carros. Más tarde se enfrenta al peligro del reino, una esfinge, consiguiendo derrotarla y convirtiéndose en un héroe. El pueblo lo proclama rey de Tebas. Se casa con su madre biológica y tiene hijos con ella. Al final de la historia Edipo se entera de que la profecía se ha cumplido. Sin poder aceptar su tragedia, se arranca a los ojos y acaba en el destierro.
Horrible historia la de Edipo, pero sorprendentemente tan común en nuestras vidas. Está claro que la mayoría de nosotros no somos parricidas. Lo que el mito de Edipo me hace pensar es si decidimos nuestro futuro. Todos tenemos una meta a la que llegar, aunque la de muchos sea conseguir quedarse en el sofá el mayor tiempo posible. Nos pasamos la vida planeando cómo vamos a alcanzar nuestros objetivos. Consciente o inconscientemente, todos sabemos a dónde queremos ir.
¿Quiere decir esto que somos nosotros los que creamos nuestro destino? ¿O tenemos como Edipo un destino asignado desde nuestro nacimiento? Si es así, ¿podemos hacer algo para cambiarlo? Es interesante pensar la cantidad de profecías que escuchamos a lo largo de nuestra vida, desde el “si no te abrigas, te vas a resfriar” de nuestra madre, amigos que nos explican, como un gurú, “lo que hay que hacer” o hasta noticias que nos informan de cuál será “la profesión del futuro”. Me parece que, de alguna manera, son profecías. Predicciones que nos influyen al tomar decisiones. Pero, ¿alcanzaríamos nuestras metas sin estas advertencias?
Volviendo al tema de las madres y sus advertencias creo que muchas veces disfrutan creando pequeñas profecías, en parte temiendo que no se cumplan y en parte disfrutando de llevar su parte de razón cuando el desastre ocurre. Por ejemplo, recuerdo cuando era pequeño e iba al parque de la playa con mi madre. Se desquiciaba viéndome subir a un tubo plateado que servía de unión entre dos grandes plataformas. El tubo se debía utilizar para cruzar de una plataforma a otra, y yo mantenía el equilibrio. Después de varios “veras que golpe te vas a pegar…”, y el típico “como te caigas, te voy a dar…”, obviamente, me caí. ¡¡Me di una de las mayores ostias de mi vida!!
Me parece que cuando lo que se vaticina ocurre, aprendemos, y nos damos cuenta de nuestro error. No hablo sólo de pequeñas anécdotas. No podría seleccionar unasola. Hay profesores-oráculo, amigos-pitonisos, familiares-futurólogos... Todos ellos me han advertido de los peores destinos a los me llevaría mi caligrafía de niño de preescolar. Mi caótica organización tanto para el trabajo como para mi armario o habitación. De lo terrible que es mi falta de raciocinio cuando hay pasiones de por medio. O sea, mujeres. De la impulsividad a la hora de cambiar de rumbo en mi vida...
Como Edipo, he huido de todas esas profecías. He intentado escribir mejor. He organizado mis horarios. He colgado mis camisas planchadas. (A veces hasta por colores). Incluso me he parado a respirar y centrarme antes subir a un avión para pasarme unos meses fuera. Pero como Edipo, me he descubierto en el mismo camino del principio.
Prometo tomarme esas profecías horribles como advertencias amables. Como el consejo de no subirme al tubo plateado de la playa. Pero está claro que si mi deseo es retar al equilibrio, y al destino, lo voy a hacer. Me voy a volver a subir allí arriba. Eso sí, no pienso arrancarme los ojos como Edipo. Voy a observar la tragedia. Voy a aprender. Y desde ahí, seguiré caminando.